Esta es una pregunta recurrente en todos los buscadores de internet habidos y por haber. Pero, a preguntas trampa… respuestas contundentes: cualquier edad es la mejor edad.
Estamos convencidos, porque así lo hemos vivido, de que es posible y satisfactorio viajar con peques en cualquier etapa de su crecimiento. Lo importante a tener en cuenta no es la edad de tu peque, sino cómo vas a afrontar tú el viaje.
Pero como no es lo mismo un bebé de 3 meses que un peque de 7 años, en este post vamos a desgranar las diferentes etapas viajeras que hemos pasado con Alma, desde que nació hasta hoy (camino a los 9 años).
1ª etapa: de 0 meses a 9 meses
Al contrario de lo que podría parecer en un principio, esta fue la edad de Alma en la que fue más fácil viajar… a pesar de lo poco que dormíamos, claro.
A estas edades tan tempranas, lo único que quieren los bebés es mucho contacto con sus cuidadores (que no es poco, lo sabemos), y eso es algo que estando de viajes puedes brindar al 100%; sin trabajo, sin horarios, sin distracciones.
Hay quien cree que es necesario cargar con mil trastos. Cuanto más pequeño el bebé, más trastos. Nuestra experiencia fue todo lo contrario.
Nosotros llevábamos la silla de paseo (con un adaptador adecuado, puede usarse con bebés muy pequeños), pero lo cierto es que terminaba casi siempre en el hotel porque utilizábamos la mochila ergonómica de porteo.
Hasta bien pasados los 6 meses, Alma tomó lactancia materna exclusiva y hasta los 9 o 10 meses no se interesó por otros alimentos. Por eso fue tan cómoda esta etapa. Yo llevaba la comida y el consuelo incorporados y, como mucho, le dábamos un currusco de pan.
Sabemos que en el caso de la lactancia artificial es más lío y que no te libras de llevarte mil cosas. Podría decirte que no cargues mucho y que busques tu marca de leche en el lugar de destino, pero sé que no es recomendable cambiar de leche y no se me ocurre peor momento para probar cosas nuevas que estando de viaje.
Algo parecido ocurre con los pañales. Nosotros utilizábamos siempre la misma marca y descubrimos que en otros países eran los mismos pañales, pero la marca se llamaba de otra manera. Así que llevábamos solo unos cuantos en la maleta y comprábamos un paquete al llegar a destino. De esta forma ganábamos espacio en la maleta. Pero sabemos que hay culetes muy sensibles que sufren mucho los cambios de marca; si es el caso de tu peque, no te queda otra que meter pañales por cada hueco libre que te quede en la maleta.
Sin embargo, estos son los mayores quebraderos de cabeza que puede darte viajar con un recién nacido. Cuestiones logísticas.
Si tienes un bebé altamente sensible, como era nuestro caso, te recomiendo encarecidamente que pruebes el porteo ergonómico. El contacto piel con piel y el hecho de ir mirando a su cuidador y no a la calle, les reconforta y les calma mucho. Y, si como yo, das el pecho, tu bebé tiene barra libre y tú puedes seguir a tu ritmo.
¡Ah! Y si tu bebé es de los que no duermen en casa, siento decirte que es más que probable que no duerman fuera. Pero míralo por el lado bueno, ya vienes entrenada/o de casa.
2ª etapa: de los 9 meses a los 3 años
Esta etapa la podríamos dividir en dos fases: de los 9 meses a 1’5 años y de 1’5 a 3 años. Porque la cosa no cambia mucho, pero hay matices importantes relacionados con su crecimiento.
De 9 meses a 1’5 años
A esta edad, tu bebé ya come diferentes alimentos y empieza a hacer sus pinitos en el fascinante mundo del Homo erectus. Esta etapa es la antesala a la edad rompeespaldas, pero de eso hablaremos más adelante.
La logística es casi la misma que en la etapa anterior, pero hemos añadido la comida, que es algo que a los padres nos preocupa muchísimo. Y aquí, de nuevo, digo eso de que no se me ocurre peor momento para probar cosas nuevas que estando de viaje.
En nuestro caso, Alma nunca tomó papillas o triturados. Desde el primer momento tomó los alimentos sin procesar y se autogestionaba (bajo nuestra supervisión, por supuesto), lo que se conoce como BLW (baby led weaning o alimentación autorregulada). Eso nos puso las cosas muy fáciles a la hora de viajar, porque con un bocadillo, un plato de arroz blanco o un plato de pasta, teníamos la papeleta solucionada.
Además, el alimento principal de Alma seguía siendo el pecho, así que, si un día no quería comer nada (que es algo bastante común y totalmente normal en esta etapa, sobre todo en los peques que toman pecho), pues no nos preocupaba en absoluto.
Ahora bien, si tu bebé toma papillas o potitos, sí vas a tener que tenerlo en cuenta a la hora de buscar un lugar para comer. Nosotros podíamos pillar unos bocatas y comerlos tranquilamente tirados en un parque, pero puede que tú necesites un lugar donde calentar la comida del peque. Pero ese será, muy probablemente, el único “gran” problema al que tengas que enfrentarte.
Lo que sí hay que tener presente es que, en esta etapa, los bebés necesitan mucha libertad de movimiento, de exploración de su propio cuerpo y de sus habilidades motrices.
Alma pasaba la mayor parte del tiempo en el suelo desde que nació, a los 10 meses se ponía en pie sin ayuda y a los trece meses caminaba sola con total estabilidad. Como, además, nunca le pusimos zapatos hasta que caminó, no era un buen momento para dejarla hacer sus “ejercicios” por la calle, así que hacíamos largos descansos en el hotel para que ella pudiera moverse libremente.
Por eso, esta etapa ya requiere un poco más de calma, y es importante darse permiso para descansar si no queréis acabar llorando todos a coro en cualquier plaza mayor.
De 1’5 a 3 años
La etapa rompeespaldas ha llegado. Tu peque va ganando seguridad en dos patas y te toca correr semiagachada/o durante horas. Además, si usas la silla de paseo, seguramente estás cansada/o de ver a tu peque tirarse en marcha (literalmente) y de tener que parar cada dos metros. Ahora sube, ahora baja… el ciclo sin fin.
Y si, como en nuestro caso, lo tuyo es portear… lo sabemos, es agotador. Arriba, abajo. Abre mochila, cierra mochila.
Pero no todo iba a ser más esfuerzo. En esta etapa, tu peque ya tiene un estómago a prueba de bombas (salvo que tenga alguna alergia o intolerancia severa, claro) y, además, usa muchos menos pañales, los está dejando o bien ya no los usa.
Si usa menos pañales, ¡enhorabuena!, ahorras espacio en la maleta y tu dinero desaparece menos rápido. Si ya no los usa, ¡genial!, pero ahora más que nunca lleva encima mudas de recambio. Pero, ¡ay, amiga/o!, si los está dejando… ten paciencia y préstale mucha atención.
Nosotros viajamos cuando Alma estaba en pleno proceso de dejar el pañal y la verdad es que lo recordamos con mucho cariño. Si bien es cierto que creo que jamás tuvimos una fuga, y eso ayuda.
Lo que hacíamos era que, cuando entrábamos en algún lugar o pasábamos por un baño público, entrábamos. Pero no le decía que entrábamos por ella (por favor, qué agobio, pobre), entrábamos por mí o para lavarnos las manos o para mirarnos en el espejo, y ya que estábamos ahí… Pues eso. Simplemente se trata de estar muy pendiente y de recordar que no lleva pañal (todos hemos estirado un pañal más horas de lo que nos gusta reconocer), sin que se note y sin agobiar.
Esta etapa es muy divertida, pero agotadora. Quizá no necesites hacer largas pausas en el hotel durante el día, pero, si tienes la oportunidad, yo intentaría cenar en el hotel o retirarte temprano a la habitación. A estas edades suelen prescindir de algunas siestas y llegan a la noche a tope de todo: cansancio, estímulos, frustración, emociones, hambre, sueño, mimos… En definitiva, un cóctel explosivo.
Aprovecha esta etapa para viajar slow y para explicarle muchas cosas. Es una edad preciosa.
3ª etapa: de 3 a 5 años
Para nosotros esta fue la más cansada y, de los 4 a los 5, quizá la más dura.
Si bien a los 3 años empezamos a dormir del tirón (todo llega amigas/os), entramos en una etapa de “soy muy mayor para ir en brazos, pero soy muy pequeña para caminar”.
Sí, a esta edad nuestros peques pasan de ser bebés a ser niñas/os y, a veces, les exigimos demasiado sin darnos cuenta. Les vemos tan desenvueltos y tan “mayores”, y como vemos que aguantan, a veces nos pasamos de frenada.
Nunca tuvimos mucho problema con lo de andar. Porteamos hasta casi los 5 años, le dábamos todos los brazos que fueran necesarios y le gustaba caminar. Era cansado, claro, pero lo llevábamos bien.
El momento más complicado lo vivimos cuando Alma tenía cuatro años y medio. Viajamos a Marruecos en pleno mes de agosto y la peque, que ya nos había acostumbrado a darse largas caminatas sin necesitar los brazos, de repente no quería caminar. Me vi porteando a una niña de 20 kilos y de la mitad de mi tamaño a 45 grados a la sombra. Nos íbamos relevando Tomás y yo, pero sí fue desesperante.
La realidad es que había una razón de peso para su actitud y lo acabamos comprendiendo, aunque ella no lo verbalizó. En Marrakech, por ejemplo, es fácil encontrarse en medio de una aglomeración de gente… yo tampoco querría estar ahí abajo rodeada de piernas, con un calor abrasador y en un lugar desconocido. Me asfixio solo de pensarlo.
Por eso, lo más importante en esta etapa es recordar que siguen siendo pequeños y observarles mucho. Si de repente dejan de hacer algo que normalmente hacen sin problema, lo más probable es que tengan una buena razón para ello. A menudo podemos evitar berrinches solo por haber prestado atención, y si no los podemos evitar, los podremos entender y hallarán consuelo más rápido… y nosotros también.
4ª etapa: de 5 a 8 años
A partir de los 5 años la cosa fue tan rodada que no sabríamos decidir quién lleva de viaje a quién.
En esta etapa es facilísimo captar su interés y hacer que se impliquen en la preparación del viaje. Desde ver pelis cuyo escenario sea la ciudad o el país que vais a visitar, hasta buscar juntos actividades para hacer en destino, dejarle elegir el destino o encomendarle la misión de preparar su maleta “solos”. Las posibilidades son infinitas.
Es una etapa muy gratificante y se nota mucho cuando un peque tiene una trayectoria viajera, porque hacen que todo sea fácil y se desenvuelven asombrosamente bien en cualquier parte.
Para nosotros ha llegado el momento de dejar de decir que viajamos con Alma. Ahora podemos decir, con plenitud de significado, que viajamos los tres juntos.
Ahora sí podemos decir que empieza la verdadera aventura para la que nos hemos estado entrenando durante los últimos ocho años.
Por supuesto, este post y estas etapas son totalmente subjetivos y están condicionados por nuestra experiencia como familia de tres. Pero, si tienes más hijas/os, viajas sola/o con ellas/os o tienes peques con necesidades especiales, nuestro consejo es siempre el mismo: obsérvales mucho y adáptate a sus ritmos, reduce expectativas y recuerda que no son adultos en miniatura, son personas pequeñas para quienes todo es nuevo y cuya referencia y lugar seguro eres tú.
Nosotros viajamos en familia, aparte de porque nos encanta, para crear recuerdos y para disfrutar al máximo y en plena presencia de nuestro tiempo juntos, y eso es lo que nos ha movido desde que nació la peque hasta hoy. Creemos que lo más importante es tener siempre presente el por qué; así no hay momentos malos o edades mejores que otras, sino experiencias superadas y recuerdos.
Y tú, ¿por qué viajas con tu/s peque/s?
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