Sin ánimo de crear ni entrar en polémica nosotros lo tenemos claro: Zoos NO.
Antes de nacer Alma ya teníamos una idea formada acerca de los zoos y los animales en cautividad y, aun así, en alguna ocasión visitamos alguno de estos lugares como pareja. Pero, al convertirnos en padres, tomamos una mayor conciencia y aceptamos la responsabilidad que supone educar a nuestra hija en todas las facetas en las que el ser humano tiene un impacto en su entorno; y eso nos llevó de un modo espontáneo a una especie de compromiso familiar-educativo y de concienciación: no queremos llevar a Alma a un zoo o a cualquier otro lugar donde se exploten animales para uso y disfrute humano, y, en caso de vernos en un sitio así, hacer mucha pedagogía con ella.
En primer lugar, queremos puntualizar que aunque hablamos de zoos, nos referimos a cualquier lugar donde se encierren animales, ya sea para su exhibición o como parte de un espectáculo. Por supuesto, los acuarios y los delfinarios entran dentro de nuestro veto particular.
En segundo lugar, entendemos y apoyamos los centros de recuperación y conservación de especies autóctonas cuyo objetivo final es el de devolver al animal a una situación de libertad aunque éste haya nacido en cautividad; y los santuarios de acogida y rescate de animales exóticos o no, cuya función es la de brindar una vida digna a estos animales rescatados pero no tienen fines reproductivos.
¿Todos los zoos son iguales?
Sabemos que podéis decirnos que no todos los zoos son iguales, que hay reservas naturales donde los animales viven en semi-libertad, que hay zoos sin jaulas, etcétera.
Pero es que entonces ya no estamos discutiendo sobre si es ético encerrar animales para nuestro propio interés, entonces ya estamos entrando en si hay que encerrarlos un poquito o mucho. Y nuestra respuesta seguiría siendo la misma: no, no nos parece ético.
Y nosotros nos preguntamos, ¿alguien ha visto alguna vez a un león del Serengueti en plena sierra cántabra? O ¿alguien se ha cruzado con un jaguar que no lleve cuatro ruedas en la frontera con Francia? Estoy convencida de que la respuesta a ambas preguntas es NO. Por tanto, por mucho que adaptemos el espacio para una especie concreta, sigue pareciéndonos absurdo que esa especie salga de su hábitat natural para asentarse en una reproducción mejor o peor conseguida del mismo.
Y, otra pregunta más, si os dijeran que a partir de ahora vais a vivir en semi-libertad pero que no os va a faltar de nada, ¿os sentiríais libres?
Podemos buscar varios razonamientos y muchos argumentos que nos ayuden a sentirnos mejor pero esos argumentos no pueden cambiar la realidad: somos el peor depredador de especies de la historia y ni siquiera los matamos para alimentarnos sino casi por deporte.
Independientemente de que un animal haya nacido en cautividad, ¿qué derecho tenemos a mantenerlo en un hábitat que no es el suyo? Si queremos estudiar animales de una especie concreta, ¿qué es más ético que nos desplacemos nosotros hasta su hábitat natural o que nos los traigan en bandeja a un lugar para el que no están preparados?
Aunque un animal haya nacido en cautividad, su naturaleza biológica y su memoria evolutiva siguen siendo los de un animal nacido en libertad, es decir, aunque no hayan conocido nada más, no nacen preparados para el entorno al que les hemos traído y, por tanto, tendrán que adaptarse al espacio y a lo que nosotros esperamos de ellos. Así que no sólo no nos parece ético encerrar animales sino que no nos parece ético forzar su adaptación y su evolución para nuestro propio interés.
“Y sin los zoos y reservas, ¿cómo vamos a ver de cerca animales exóticos?”
Pues esta pregunta tiene muy fácil respuesta: en los libros, en los documentales, en streaming o, mejor aún, viajando. Del mismo modo que hacemos cuando queremos ver la torre Eiffel o pasear por Central Park.
En la era de las comunicaciones, cada vez es más sencillo viajar a cualquier lugar del mundo, por tanto podemos ser nosotros quienes nos desplacemos a “casa” de estos animales (siempre de un modo responsable, respetuoso y no invasivo).
Y, la verdad, no hace falta ver o tocar algo para conocerlo. Todos conocemos a Trump y, afortunadamente, no todos le hemos visto de cerca.
“Gracias a los zoos y reservas se conservan y reproducen especies en peligro de extinción”
Las especies se han extinguido desde que el mundo es mundo. Eso es así. Lo más terrible de asimilar es saber que el impacto del ser humano es el que está acelerando la desaparición de muchas especies.
Por tanto, quizá la reflexión más urgente que tengamos que hacer en este caso es que estamos creando centros de conservación y protección gestionados por nosotros los humanos para proteger a esas especies de nosotros los humanos. Es desolador.
Cualquiera puede imaginarse que construir zoológicos y reservas en semi-libertad gigantescos, prepararlos para albergar a diferentes especies con diferentes características y necesidades, contratar a personal cualificado para llevar a cabo cada una de las tareas necesarias para su funcionamiento y mantenimiento, comprar/traficar/secuestrar animales y transportarlos a miles de kilómetros de sus lugares de origen, darles de comer kilos y kilos de comida, monitorizarlos, controlar sus procesos reproductivos, entre otras muchas cosas, suponen un desembolso económico brutal que bien podría destinarse a proteger y conservar sus hábitats naturales para que estas especies pudieran conservarse de un modo natural y en libertad. Pero, claro, entonces yo no podría ver un elefante africano en una charca de cemento en Barcelona, ni podría ver un oso panda monísimo en pleno centro de Madrid, ni podría ser salpicada por una orca encerrada en un tanque de agua asfixiante en San Diego. Yo. Yo. Yo.
Quién esté libre de pecado…
Y, sí, podéis decirnos que nos habéis visto en ferias medievales donde se exhiben animales y que habéis visto a nuestra hija subida en un carro lleno de niños tirado por un pony (a veces es mejor elegir las batallas con la familia que estar haciendo pedagogía todo el tiempo). Y también podéis decirnos que en PortAventura nos habéis visto muchas veces en un espectáculo que hacen con pájaros exóticos o que en Naturlandia visitamos el parque de animales (autóctonos)… Y todo eso será cierto, tan cierto como que esas son las ocasiones en las que aprovechamos para hacer pedagogía con Alma; y, sí, no obviamos que eso no nos exime de estar perpetuando un negocio que criticamos y que así nos convertimos en parte del problema. Lo asumimos.
De los errores se aprende
De hecho, hay algo que en su día hicimos y que hoy por hoy no repetiríamos. En nuestro viaje a Marruecos, pasamos una noche en el desierto y para llegar a la jaima fuimos a lomos de dromedarios. Y, sí, fue una experiencia inolvidable. Y, no, no volveríamos a hacerlo. Y, no, no creemos que los animales sufrieran. Y, sí, ya sabemos que estos animales conviven con los humanos desde hace miles de años y que gracias a ellos civilizaciones enteras han migrado y progresado. Pero es algo personal: ¿podíamos haber llegado al mismo sitio en coche? SÍ; ¿era necesario utilizar a un animal para nuestra experiencia vacacional? NO; ¿necesitábamos hacerlo? NO.
¿Está mal visitar zoológicos?
No vamos a extendernos en esta respuesta porque no la tenemos. Lo único que podemos afirmar es que está mal para nosotros porque nos hace sentir mal.
Nuestra conclusión
Al final, tomar conciencia es lo que tiene que primar. Tenemos la obligación como especie predadora que destruye y se auto-destruye de tomar conciencia del lugar que ocupamos en el mundo y de nuestro impacto sobre otros hábitats y especies. Y es nuestra obligación desterrar actividades y actitudes normalizadas que no por estarlo dejan de ser nocivas y reprobables.
Creemos que, muchas veces, nos dejamos llevar por la normalización de situaciones que cuando nos paramos a analizarlas descubrimos que, no sólo nos chirrían o incomodan, sino que nos parecen reprobables y aberrantes (podéis adaptar esta frase a cualquier situación de poder y privilegio: machismo, racismo, especismo, capacitismo, clasismo, etcétera). Pero esa tiene que ser nuestra virtud y ese tiene que ser nuestro reto como seres humanos hijos del progreso: tomar conciencia, deconstruirse, aprender y mejorar.
There are 6 comments
Hola famila,
Interesante reflexión. Nosotros tampoco somos partidarios de visitar zoos o acuarios. Como bien decís si la gente viaja por ver la torre Eiffel o el Coliseo también puede hacerlo para ver a un animal en su hábitat.
También hemos metido la pata cuando por ejemplo contratamos un paseo con elefantes en Camboya, experiencia horrible que no repetiría y me sirvió para aprender.
Un saludo y feliz semana.
¡Hola Maruxaina!
Gracias por compartir tu experiencia. De los errores se aprende y todos caemos en alguno por desconocimiento, porque es “lo normal” o por el motivo que sea. Lo importante es tomar conciencia y caminar hacia el cambio, aunque por el camino tropecemos un millón de veces.
Un abrazo 🙂
Es complicado todo este tema. Desde luego, lo zoos como los entendíamosvan a ir desapareciendo. Sin embargo, no hay que dejar de ado la labor científica que muchos de ellos hacen. Hay algo, incluso,, sobre lo que a veces pienso y que tu, incluso, comentas en alguna frase. Dices: “Aunque un animal haya nacido en cautividad, su naturaleza biológica y su memoria evolutiva siguen siendo los de un animal nacido en libertad, es decir, aunque no hayan conocido nada más, no nacen preparados para el entorno al que les hemos traído y, por tanto, tendrán que adaptarse al espacio y a lo que nosotros esperamos de ellos. Así que no sólo no nos parece ético encerrar animales sino que no nos parece ético forzar su adaptación y su evolución para nuestro propio interés.”.
Entonces yo pregunto. ¿Tiene algún sentido que algún verdadero amante de los animales tenga perros a ogatos en casa?
Buena reflexión, Jordi.
El otro día en Naturlandia leímos una información que desconocíamos y es que los Dingos (especie de lobo de Australasia) fueron domesticados por los humanos hace miles de años y después volvieron a la vida silvestre.
Eso ilustraría lo que preguntas sobre tener en casa perros o gatos. La cuestión es que estas especies conviven con nosotros y han sido domesticadas desde hace miles de años por lo que, muy probablemente, la domesticación forma ya parte de su adaptación, supervivencia y evolución. Es decir, no estarían viviendo en cautividad sino que estarían compartiendo nuestro hábitat.
A mí lo que me supone un dilema al que no me decido a dar solución es al tema de la castración. Pero eso ya es harina de otro costal y, posiblemente, mis dudas vengan generadas por la falta de formación al respecto.
Un saludo 🙂
Debate complicado donde los haya. ¿A favor o en contra? ¿A todo sí? ¿Excepciones? Yo no soy muy amiga de los zoos, pero creo que su concepto está cambiando y poco tiene que ver , por ejemplo, el zoo de Madrid hoy con el que abrió sus puertas hace varias décadas o con la antigua Casa de Fieras del Retiro. Cada vez la mayoría de ellos son lugares para cuidar a los animales y no solo exponerlos a los niños ansiosos de ver un elefante de cerca.
Por otro lado el tema de montar en camello, burro o elefante. Yo lo he hecho, en algunos casos estoy segura de mi error. Pero en otros, aún hoy pienso “¿de que iba a vivir el señor que te pasea en camello si todos nos volvemos salvadores del reino animal”¿prefiero que este hombre tenga el dinero suficiente para alimentar a su familia que de otro modo no tendría medios para salir adelante o que el camello viva corriendo salvaje en el desierto?”. Sinceramente y aún sabiendo que esto es motivo de crítica, me quedo con el bienestar humano aunque la forma que tenga de conseguirlo sea recibiendo unas monedas por dar un paseo en burro a un niño.
Hola Kris,
Cierto, el debate es complicado por eso lo primero que decimos en el post es que no pretendemos crear polémica.
En nuestro caso, el replanteamiento de estas cuestiones no tiene nada que ver con convertirnos en “salvadores del reino animal”, nos conformamos con no ser parte de su amenaza y/o destrucción.
Un saludo 🙂