Hay para quienes estos tiempos de incertidumbre les están sirviendo para dar rienda suelta a su creatividad y a su productividad sin horarios ni exigencias externas. Hay para quienes estos días les están sirviendo para adelantar “trabajo” o refugiarse en sus hobbies.
Y, después, estamos el resto de los mortales que igual tenemos un subidón de energía que nos sumimos en un bloqueo constante.
Siento deciros que nosotros nos encontramos entre ese segundo grupo de personas. Tenemos más tiempo que nunca para escribir y grabar podcasts y hacer de todo pero, sinceramente, que levante la mano el que esté teniendo una cuarentena realmente productiva porque desde aquí va mi más sincero aplauso.
No dejo de pensar en todas las cosas que podría hacer estos días pero la realidad es que de lo único que tengo ganas es de leer y perder el tiempo en actividades que no impliquen mucha reflexión. Y, por supuesto, bastante tenemos con sostenernos emocionalmente a nosotros mismos y, sobre todo, a Alma.
Veo a todas esas personas maravillosas que no dejan de hacer directos y miles de actividades y que además tienen tiempo para “vivir” en redes sociales que, para quién no lo sepa, es un currazo tremendo; y, a veces, me siento mal porque pienso que yo no estoy aprovechando esta “oportunidad”. Pero luego recuerdo que estoy maternando 24/7 y que no tenía el privilegio de vivir mi maternidad de esta forma tan intensa desde que Alma tenía apenas ocho meses y tuve que reincorporarme al trabajo fuera de casa… y se me pasa.
La primera semana del confinamiento fue de adaptación. Teníamos que encontrar nuestro lugar en casa en horas que normalmente pasamos fuera de ella.
La segunda semana ha sido más de relajación y resignación porque todos sabíamos que no iban a ser quince días. Y todos sabemos que no serán sólo quince más (ojalá nos equivoquemos todos).
Todos tenemos miedo. Miedo a la enfermedad; propia o de las personas a las que queremos. Miedo a la soledad de aquellos a los que queremos y sabemos que están pasando la cuarentena sin más compañía que la suya propia. Miedo por habernos quedado sin empleo. Miedo a salir a la calle cuando todo esto termine, llegar a la puerta de nuestro lugar de trabajo y que nos digan que adiós muy buenas, que no hay por dónde seguir. Miedo a lo desconocido. Miedo a que todo cambie. Miedo a que no cambie nada.
Y, ¿sabéis qué? Que lo único que podemos hacer para mantener un poco a raya ese miedo es quedarnos en casa, mantenernos a salvo. Es desesperante pero eso es lo único que realmente está bajo nuestro control.
Este es un espacio en el que hablamos de viajes y ocio que, por desgracia, es algo que no sabemos cuándo podremos volver a disfrutar. Nos encantaría hablaros de lugares bonitos y actividades interesantes pero, seamos sinceros, ¿a quién le apetece ahora hacer planes cuando no sabemos ni cuándo podremos volver a pasear libremente por delante de casa y sin miedo?
Así que sólo nos queda abrazaros en la distancia y agradeceros que sigáis aquí. Deciros que sabemos que lo preocupante no es cuándo terminará esta situación sino qué quedará de cada uno de nosotros cuando finalmente termine; que esto no ha sido un punto y seguido sino que para muchos habrá sido un punto y aparte; y que tenemos que ser positivos pero que no pasa nada por sentir miedo… y decirlo.
Y, por último, deciros que seguiremos aquí porque, al final, el viaje más importante y por el que merece la pena seguir es la propia vida.
¿Cómo lo lleváis? ¡Os abrazamos!