A la hora de viajar con niños cada familia tiene una forma de prepararse y de prepararlos para la experiencia.
Hay quien prefiere que todo sea una sorpresa para los peques: el destino, las actividades a realizar, los lugares a visitar e, incluso, el viaje en sí.
En nuestro caso, y del mismo modo que hacemos en el resto de facetas de nuestra vida familiar, preferimos involucrar a Alma desde un buen comienzo. Cuando era más pequeña no había mucho que pudiéramos hacer con ella para preparar el viaje, pero ahora ya participa en todo el proceso, aporta sus ideas y muestra sus preferencias. Aunque tenemos la duda de qué haremos el día en que vayamos a Disneyland París, ¿mantendremos el secreto para darle la sorpresa o estaremos a tope con el hype? Cuando llegue el día lo decidiremos.
¿Cómo preparar el viaje con niños?
– Primer paso: situación
Un mapamundi, un globo terrestre, un mapa político… No importa si el destino está cerca o lejos, lo importante es situarlo en el mapa.
Con esta actividad tan sencilla abrimos la puerta a que los niños hagan una primera aproximación a lo que supone identificar cuál es el lugar que ocupan en el mundo.
– Segundo paso: conocer el destino
El primer paso nos lleva inevitablemente al segundo: conocer el lugar de destino.
Con un gesto tan pequeño como el de ubicar una ciudad en el mapa, tenemos la oportunidad de tirar de un hilo de aprendizaje casi infinito: ¿En qué país se encuentra esa ciudad? ¿En qué idioma se habla? ¿Cuál es el plato típico? ¿Deporte nacional? ¿Moneda?, etcétera.
El ser humano es curioso por naturaleza y no hay otro estadio más humano en nuestra existencia que la infancia. Los niños quieren saber, y viajar les abre las puertas a todo un mundo nuevo de preguntas que, si bien pueden llegar a abrumarnos, merece la pena tratar de darles todas las respuestas a nuestro alcance. Y, para eso, internet es una gran aliada.
- Idioma: Youtube es una fuente inagotable de contenido en cualquier idioma del mundo. Una idea para una primera aproximación a una lengua diferente (para cualquier persona de cualquier edad) podría ser buscar contenido dirigido al público infantil, preferiblemente de 0 a 6 años.
Los programas infantiles suelen ser de fácil comprensión y muy visuales y, aunque puede que no entiendan nada de lo que se dice, casi con seguridad captarán el contenido del programa y de algún modo comprenderán que no son tan diferentes de los niños de ese lugar y se sentirán más cercanos a ellos. Además, se familiarizarán con el sonido y la entonación de esa lengua.
- Gastronomía: si vuestros hijos son tan reacios a probar cosas nuevas como lo es Alma, este punto quizá no os sirva de mucho.
Pero vale la pena intentar cocinar algún plato típico del país a visitar, y si nos ayudan los peques pues mucho mejor. Y, oye, que quizá nos sorprenden y se lo comen encantados. Seguramente sea más sencillo que prueben algo distinto en la seguridad del hogar que en el mar de sensaciones y nuevos estímulos que supone un lugar diferente.
- Historia: este punto, a nuestro modo de ver, es el más interesante y el que más horas de diversión y descubrimientos en familia nos puede aportar.
Evidentemente, nunca hay que perder de vista la edad de nuestros hijos y qué tipo de información pueden asimilar. Y, por supuesto, hay que tener en cuenta qué parte de la Historia es más adecuada para presentarles a según qué edades, ya que hay países con una carga histórica y humanitaria tremendas.
Un buen ejemplo de esto lo tenemos en nuestra experiencia en Núremberg. Cuando visitamos Baviera Alma tenía cinco años. Nosotros somos dos apasionados de la Historia y tenemos una pequeña fijación con la II Guerra Mundial y el Holocausto. En Núremberg se encuentra el archivo de los famosos Juicios de Núremberg con toda clase de material gráfico sobre los crímenes cometidos por el nazismo. En otro momento de nuestras vidas ésta hubiera sido una visita obligada para nosotros, pero concluimos que no era una visita apta para Alma porque no tenía ni edad ni capacidad para asimilar una información tan cruda y tan violenta.
Por supuesto, aprovechamos nuestro paso por Baviera para darle a Alma algunas pinceladas sobre la II Guerra Mundial, lo que supuso (y supone hoy en día) el nazismo y, a muy grandes rasgos, en qué consistió el Holocausto. Pero entre presentarle una información delicada y exponerla a las imágenes más crudas, va un trecho. Ni ella estaba preparada ni nosotros estábamos capacitados para poder acompañarla en el procesamiento de esa información. Eso sí, ya tenemos excusa para volver dentro de unos años.
Lo que sí pudimos hacer fue presentarle la parte de la Historia más medieval. No es que la Edad Media se caracterice por ser una era pacífica o respetuosa con el ser humano pero quizá el no tenerla tan reciente ayude a romantizarla y aligerarla.
Vosotros conocéis a vuestros hijos mejor que nadie y sabéis hasta dónde pueden seguiros y hasta dónde no pueden. A veces tenemos demasiada prisa en formarles en según qué aspectos y no nos damos cuenta de que cada uno tiene su momento y que nuestra labor es estar disponibles para cuando quieran saber.
– Tercer paso: adentrarse en el lugar de destino sin salir de casa
Si decíamos que internet es una fuente inagotable de contenidos, la literatura y el cine no se quedan atrás.
Lo primero que hacemos cuando decidimos nuestro próximo destino es buscar algún cuento, novela juvenil, libro ilustrado y/o película que transcurran en esa ciudad. Incluso puede ser útil algún libro de busca-y-encuentra ambientado en ciudades como éste de Alemania. Los programas de viajes suelen ser también un gran recurso a la hora de hacer una primera aproximación a la ciudad que visitaremos. A veces nos resulta más fácil encontrar algo y a veces nos resulta casi imposible.
El caso en que dispusimos de más material gráfico fue el de Londres. La ciudad del Támesis es un filón ya que es escenario de incontables obras de la literatura y del cine desde Peter Pan hasta Jack el Destripador, pasando por el Oso Paddington, Mary Poppins o Harry Potter.
Si queréis ver cómo preparamos nuestro viaje a Londres con Alma podéis verlo aquí. Valió mucho la pena la preparación previa porque fue alucinante ver como la peque reconocía lugares y monumentos de forma natural y espontánea. Inolvidable.
– Cuarto paso: preparar el itinerario de viaje
Antes de ser tres, nos preparábamos los viajes a conciencia: qué ver, cómo llegar, planificación diaria… Pero llegó Alma y todo se relajó. Así que, cuando empezamos a viajar siendo tres, sabíamos qué queríamos ver y qué queríamos hacer pero íbamos decidiendo y descartando sobre la marcha cuando llegábamos a destino.
Ahora que Alma es más mayor tenemos la oportunidad de planificar otra vez (de una forma light y sin agendas apretadas) nuestros días. De este modo, decidiendo de antemano con la peque lo que queremos ver y mostrándole de qué se trata y qué haremos exactamente, para ella es mucho más sencillo sentirse parte activa y no sentir que “la llevamos nosotros”.
También hemos visto que de esta forma sus recuerdos perduran y no son tan efímeros.
Para llevar a cabo el itinerario de viaje os puede resultar muy útil haceros con un mapa en papel de la ciudad a visitar (nosotros usamos éste pensado para niños de Londres y fue un éxito total). En la era de la tecnología, la experiencia de marcar un mapa, de deslizar el dedo por el papel y anotar cosas al margen es un placer que lejos de perderse se acentúa.
Los niños adoran la tecnología, no en vano es su presente, pero no desdeñan el placer para los sentidos que da el tacto del papel. Y, además, pueden llevar ellos el mapa, una responsabilidad que les halagará y les hará crecer muchísimo.
– Quinto paso: mucha ilusión y disfrutar del proceso
A veces, el trabajo, el colegio y la rutina nos envuelven y hacen que nuestros días pasen sin pena ni gloria con la sensación de que no hemos hecho aquello que deseábamos. Hacemos lo que tenemos que hacer pero, a menudo, a costa de aquello que realmente queremos. Sentimos que estar presentes no es suficiente, que hacer encaje de bolillos con los horarios para ganarle tiempo al reloj y regalárselo a nuestros hijos no es suficiente; siempre hay alguna obligación que atender o algún horario que cumplir.
Por eso, la preparación de un viaje nos brinda la oportunidad de buscar tiempo para compartir con nuestros hijos una experiencia diferente más allá del tiempo que les dedicamos a diario. Viajar con nuestros hijos supone salirnos del corsé del día a día y estar plenamente disponibles. Tenemos tiempo para hablarles, para escucharles y para conocerles mejor. Al final, lo que menos importa es el destino.
No hay nada más triste que llegar a mayor y darte cuenta de
que no conoces a tus padres. O, peor aún, darte cuenta de que no conoces a tus
hijos. Disfrutemos del proceso, disfrutemos del tiempo con ellos, hagamos de
nuestras experiencias juntos algo especial y enriquecedor.
Conozcámonos, amémonos.
Trabajar el lugar de destino: ¿antes o después de viajar?
No hay una sola fórmula para responder a esta pregunta.
En nuestro caso y por nuestra experiencia, podemos decir que nos resulta más útil trabajar el destino antes de viajar. Trabajarlo antes nos da la oportunidad de reconocer sobre el terreno los lugares que ya hemos visto en casa y para Alma es todo un subidón.
Además, por lo que comentábamos antes de que la rutina nos arrasa y vivimos en una continua sensación de huida hacia adelante, cuando volvemos del viaje necesitamos reacomodarnos a la vida mortal y, por tanto, la mitad de las veces guardamos todo el papeleo generado por el viaje sin siquiera revisarlo. Y vosotros, cuándo preferís trabajar sobre vuestro lugar de destino, ¿antes o después de viajar?