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Sin miedo a viajar con niños

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Creo que a todos los que nos gusta viajar nos ha asaltado la misma duda cuando nos hemos convertido en padres: Y ahora, ¿qué?

Pues ahora, nada. De verdad, nada. Que no cunda el pánico.

No tendréis que dejar de viajar, en serio, digan lo que digan por ahí, no tendréis que dejarlo. Es más, puede ser terapéutico y una válvula de escape maravillosa a la rutina que nos arrastra. Se puede tener hijos y seguir viajando. Evidentemente, los presupuestos para viajes cambian pero también cambian los viajes. De hecho, nosotros estamos viajando, incluso, con más frecuencia que antes de ser padres.

Que sí, que llevas más bultos y es un poco engorroso. Que sí, que las famosas rabietas fuera de casa parecen mucho más grandes. Que sí, que lo de pasarse tres horas en un museo a TU ritmo es una quimera. Pero, con niños, los viajes se enriquecen y aprendes a viajar de otra manera sin dejarte nada en el tintero.

Y no importa realmente cuál sea el destino, cualquier viaje es válido para hacer con niños, sólo hay que tomar conciencia de cuál es el motivo de vuestro viaje. Supongo que la clave está en ser consciente de qué es un niño y adaptar el ritmo del viaje a sus necesidades. Por ejemplo:

Viajar con bebés que todavía no caminan

¡Enhorabuena! Este viaje será muy parecido a tus viajes pre-paternidad y un buen entrenamiento para los siguientes. Cálzate una buena mochila de porteo ergonómico, olvida el aparatoso carrito en casa y, voilà!, a patear ciudades a tu ritmo (si a tu hijo no le gusta ser porteado, hazte con un carrito de viaje ligero, cuando tengas que levantarlo a pulso para subir escalones del Medioevo lo agradecerás). Eso sí, no te olvides de que esa pequeña personita necesita ratitos de tranquilidad. Así que, si puedes, vuelve al hotel y aprovecha para que tú bebé pueda moverse libremente por la habitación y/o echad una cabezadita, que a nadie le amarga un dulce.

Viajar con bebés que caminan

Esta etapa es muy divertida pero es, sin duda, una de las más agotadoras. Recuerdo a Alma recorriendo las calles de Venecia y se me hincha al corazón de ternura al mismo ritmo que se me encoje de angustia al recordarla, ahí, al borde de los canales en pleno diciembre. Un sin vivir. Y es que un bebé que está empezando a caminar o que está perfeccionando la técnica (12-36 meses aproximadamente) es un nervio –de un peso ya considerable- que va de los brazos al suelo y del suelo a los brazos, por no hablar de que los padres vamos rectificando trayectorias y salvando obstáculos cada dos pasos. Esta etapa es, básicamente: la rompe-espaldas. Pero, bromas aparte, es una etapa magnífica para viajar. Creo, sinceramente, que pocas fotos tenemos más tiernas que las de Alma trampeando por Venecia o paseando a su estilo por Budapest.

Viajar con niños que ya no son bebés

¡Ahora te quiero ver! Esta etapa sí que mola. Si viajáis en avión, los peques ya pagan billete (si no completo, casi y como os comentamos en el post de Viajar con niños en avión, es probable de que os cueste más caro el billete del peque que el vuestro) lo que es una putada una faena, pero también ocupan su propio asiento, lo que es una súper-suerte. Así que, cargad vuestras mochilas y bolsos con todo tipo de gomets, tentempiés, libros para colorear y, sí amigos, dispositivos electrónicos varios (nosotros intentamos que sean la última opción, pero no nos engañemos, es la más efectiva) y ¡a disfrutar del trayecto!

En esta etapa en la que los niños son grandes para ir en sillita y pequeños para caminar todo el día, tenemos que aceptar que llevar una sillita de paseo ligera no es un engorro sino un inmenso favor para todos los miembros de la familia. Los niños de tres años caminan muy bien pero, sed realistas, sus piernas son pequeñas y ellos son pequeños, no les forcéis a caminar hasta la extenuación, aceptadlo: brazos o sillita, ganaréis todos (de hecho, nosotros estamos ahora en esa etapa (3-4 años) y es cuando más estamos usando la silla de paseo para viajar, cuando en muchos de nuestros viajes anteriores ni siquiera la habíamos llevado). Y si no usa la sillita en todo el día, mirad el lado bueno, podréis cargarla de chaquetones en esas horas del día en las que te cueces.

Viajar con niños más grandes

¡Felicidades! Ha llegado la hora de viajar realmente juntos. A partir de los cinco o seis años (antes también, eh) los niños son totalmente capaces de ayudaros a planificar un viaje. Involucradles desde el principio: elegid destino juntos, buscad guías (las hay muy chulas para niños), buscad cuentos y/o libros que hablen o estén ambientados en las ciudades que vais a visitar, planificad y/o negociad visitas que os interesen a todos. Con niños de estas edades el viaje puede empezar muchísimo antes de la visita a la ciudad y puede terminar muchísimo después. Los niños se sentirán partícipes y harán suyo el viaje. Es el momento de saborear, sacarle jugo y disfrutar realmente de los viajes.

Resumiendo

Claro que la cosa cambia muchísimo cuando viajas con niños. Claro que en lugar de viajar una semana a París pueda ser preferible pasar un par de días en Carcassone y, un par de meses después, pasar un par de días en Cadaqués. Claro que dejarás cosas por ver… Pero, de lo que puedes estar seguro es de que verás muchas otras cosas que no esperabas ver, encontrar o vivir en ese viaje. De lo que puedes estar seguro es de que vivirás momentos mágicos e inolvidables que quedarán grabados para siempre en tu memoria y, lo más importante, en la memoria de tus hijos. Puedes estar seguro de que les estarás regalando a tus hijos tiempo, amor, cultura y vida. Puedes estar seguro de que les estarás cargando la mochila de herramientas utilísimas para el mañana sin siquiera darte cuenta de ello.

Y para conseguir un viaje relajado, cargado de buenos momentos (también los habrá tensos, por supuesto) y que te deje con muchas ganas de ir a por el siguiente destino, el único truco que puedo daros es: viajad CON vuestros hijos. Si viajáis pensando en todo lo que VOSOTROS queréis ver o hacer y considerando que vuestro hijo es un añadido, lo siento pero tenéis todos los números para fracasar y terminar aborreciendo lo de viajar juntos. En cambio, si viajáis pensando en lo que queréis hacer CON vuestros hijos, qué os gustaría enseñarles, qué os parece imprescindible que vean o experimenten en esa ciudad a la que vais, creo, sinceramente, que sentiréis el triunfo y la dulce sensación de una experiencia inolvidable.

¡Bon voyage, familia!

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